Por Alberto Bejarano y Tania Triana
La revista Espiral
comienza en 1944. Dirigida en un primer momento por Luis Vidales, aparece
desde el inicio Clemente Airó en el Consejo de Redacción. Airó será el alma de
la revista, de principio a fin, siendo el principal colaborador. Si nos
detenemos en los catorce miembros que componen el equipo original de la
revista, podemos constatar su espíritu interdisciplinario que la diferencia de
otras revistas anteriores o de la misma época (como revista Voces, Revista De las Indias, América)
lo que hace de Espiral la primera
revista en su género en Colombia (una década antes de Mito y dos antes de Eco,
consideradas hasta hoy las revistas pioneras en este campo). Sin
duda, el primer nombre que debemos resaltar, junto al de Airó, es el del poeta
y crítico, Luis Vidales.
Desde
los primeros números, Espiral marca crudamente la época de crisis que se vivía
en el mundo. En el primer número, el artículo central corre a cargo de José
Antonio Lizarazo, escritor influyente, muy cercano a Gaitán, quien años después
escribiría una de las novelas prominentes sobre la Violencia (“El día del
odio”). Espiral siempre insistirá en plantear interrogantes sobre el porvenir
de la cultura en la crisis del humanismo de la posguerra, de allí por ejemplo
la publicación de sendos artículos de Merleau Ponty y María Zambrano
sobre el tema.
Podría
decirse que el artículo de Osorio Lizarazo le da el norte venidero a Espiral: “Jamás podría encontrarse
un verdadero intelectual, con alguna rara excepción, en categoria directiva
dentro de la incongruencia oficial: que estos cargos se destinan para los
lectores hábiles o para los autores de un discurso de ocasión o de servilismo
bajo la monstruosa mediocridad de los cuerpos legislativos a donde concurren,
ávidos, los tráficantes de cédulas de identidad en manos rurales...la cultura
colombiana se ha imaginado, como una fantasmagoría sobre cuatro o cinco nombres
que iluminan el dombo clausurado de nuestro cielo, pero que brillaron
quebrantando el ambiente o sustrayéndose a él: Caro y Cuervo, Ezequiel
Uricoechea y Silva, Suárez y Vergara, unos tergiversados por la política, otros
difamados por la malevolencia y otros ausentes del país para sustraerse a su
atmósfera espiritual deprimente. Todos más o menos hostilizados en su tiempo y
luego explotados casi comercialmente para crear la gran farsa de la cultura
colombiana”. Osorio Lizarazo, José Antonio. ¿Existe una cultura nacional?, No
1, abril de 1944, p 3.
Vidales
se refería a dicho contexto turbulento en su artículo, La estética de nuestro
tiempo, publicado en el número dos de Espiral, en marzo de 1944: “el pensador
está en la obligación de saber orientarse en el caos y descubrir en medio de
él, sin dejarse atraer por todos los elementos de dispersión que las grandes
épocas comportan, las leyes esenciales cuyo vitalismo en la historia son
garantía plena de orientación para comprender la significación real de la
cultura de su tiempo y desentrañar su futuro”. Más adelante en un singular
artículo, Vidales reflexionará sobre esta idea sin ceder a un condicionamiento
ideológico para la poesía: “No te dejes seducir – Oh Ulises firme- por la
sirena de la poesía social, en la que solo encontrarás el esqueleto del poema,
pero no el poema. Todo en el universo es poesía, sin excepción posible, pero
todo es preciso rellenarlo, -debes, es tu obligación- con carne de poesía, de
modo que el esqueleto quede denajo y no expueso al sol, como un cadáver
abandonado y reseco. En la llamada poesía social falta casi siempre la piel;
falta la sangre; falta la respiración. La criatura poética ha huído. Solo queda
la prosa de la razón, como una fea osamenta. Toda gran poesía es social, sin
que pueda ser lo contrario”. Vidales, Luis. Advertencias a un joven poeta.
Espiral, No 17, octubre de 1948, p 3.
En otro
artículo del año siguiente, Airó insiste en que: “hay que evitar caer en una
nueva secta de iniciados, secta cerrada de intelectuales, que obrarían más de
espaldas a la realidad de la calle, que cualquier otra diferencia de clases,
precisamente en el tiempo en que las diferencias de clase se están haciendo
insostenibles”. Airó, Clemente, Espiral, No 10, 1945, p 5
Sin
duda la primera época de Espiral está marcada por Vidales y progresivamente por
Airó quien tomara desde el número 26
la dirección de la revista, entre otras razones por el exilio de Vidales
en el año 1953 (hasta el año 1964) en Chile en donde fue profesor de Estética.
Esta
visión crítica de Osorio Lizarazo, Vidales y Airó se profundiza cada vez más,
al hacer el balance del catastrófico año 1948 para Colombia: “un año más
transcurrido en esta presente época de nueva postguerra tan cargada de
incertidumbre y entrecruzadas corrientes...respecto a la crítica, estamos en la
obligación penosa de registrar, una vez más, su ausencia entre nosotros. Desde
el homenaje al ditirambo desparece el razonamiento preciso, justo, objetivo y
de orientación”. Espiral, No 19, diciembre de 1948, p 12.
Podemos
ver ese espíritu del tiempo, de furias y de penas, evocado en este verso de
Neruda publicado en el mismo número:
“En una sola hora larga como una vena
y en el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las silabas del miedo y la ternura
interminablemente exterminados”. Neruda, Pablo, Espiral, No 10, 1945
Tiempos de furias y de penas, de anuncios de
tempestades europeas y de conflagraciones colombianas que se anunciaban en el
aire ya, como cristal del viento, como podemos notarlo en el cuento de Octavio
Amortegui, El mal paso, que cohabita
en la misma página con el anuncio de la llegada a la rectoria de la Universidad
Nacional de Gerardo Molina quien permanecería en su puesto hasta el 9 de abril
de 1948. Nótese en el recuadro el epígrafe de Evaristo Carriego, poeta
compadrito inmortalizado por Borges
“la tragedia poética es también verdad que libera y en cierto sentido
precede y aun cimienta a la filosofía lejos de contradecirla. Hoy que la
filosofía se mueve en el intento de comprender de raíz la vida la “existencia
humana” nos parece bien claro la no contradicción entre Tragedia y filosofía”.
Zambrano, María, El problema de la filosofía española, No 17, octubre de 1948,
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