martes, 27 de febrero de 2018

CONFERENCIA: "Antología de la revista de arte y literatura, Espiral (1944-1953)".

Lunes 12 de marzo a las 6 30PM en el Instituto Caro y Cuervo (Calle 10 no 4-69) a la 

CONFERENCIA:


"Antología de la revista de arte y literatura, Espiral (1944-1953)".


Presentación de resultados finales de la Beca de investigación Idartes 2017. A cargo de Alberto Bejarano, investigador en literatura comparada del Instituto Caro y Cuervo"

Presentación de la revista Espiral


Por Alberto Bejarano y Tania Triana

La revista Espiral comienza en 1944. Dirigida en un primer momento por Luis Vidales, aparece desde el inicio Clemente Airó en el Consejo de Redacción. Airó será el alma de la revista, de principio a fin, siendo el principal colaborador. Si nos detenemos en los catorce miembros que componen el equipo original de la revista, podemos constatar su espíritu interdisciplinario que la diferencia de otras revistas anteriores o de la misma época (como revista Voces, Revista De las Indias, América) lo que hace de Espiral la primera revista en su género en Colombia (una década antes de Mito y dos antes de Eco, consideradas hasta hoy las revistas pioneras en este campo). Sin duda, el primer nombre que debemos resaltar, junto al de Airó, es el del poeta y crítico, Luis Vidales.

Desde los primeros números, Espiral marca crudamente la época de crisis que se vivía en el mundo. En el primer número, el artículo central corre a cargo de José Antonio Lizarazo, escritor influyente, muy cercano a Gaitán, quien años después escribiría una de las novelas prominentes sobre la Violencia (“El día del odio”). Espiral siempre insistirá en plantear interrogantes sobre el porvenir de la cultura en la crisis del humanismo de la posguerra, de allí por ejemplo la publicación de sendos artículos de Merleau Ponty y María Zambrano[1] sobre el tema.


Podría decirse que el artículo de Osorio Lizarazo  le da el norte venidero a Espiral: “Jamás podría encontrarse un verdadero intelectual, con alguna rara excepción, en categoria directiva dentro de la incongruencia oficial: que estos cargos se destinan para los lectores hábiles o para los autores de un discurso de ocasión o de servilismo bajo la monstruosa mediocridad de los cuerpos legislativos a donde concurren, ávidos, los tráficantes de cédulas de identidad en manos rurales...la cultura colombiana se ha imaginado, como una fantasmagoría sobre cuatro o cinco nombres que iluminan el dombo clausurado de nuestro cielo, pero que brillaron quebrantando el ambiente o sustrayéndose a él: Caro y Cuervo, Ezequiel Uricoechea y Silva, Suárez y Vergara, unos tergiversados por la política, otros difamados por la malevolencia y otros ausentes del país para sustraerse a su atmósfera espiritual deprimente. Todos más o menos hostilizados en su tiempo y luego explotados casi comercialmente para crear la gran farsa de la cultura colombiana”. Osorio Lizarazo, José Antonio. ¿Existe una cultura nacional?, No 1, abril de 1944, p 3.

Vidales se refería a dicho contexto turbulento en su artículo, La estética de nuestro tiempo, publicado en el número dos de Espiral, en marzo de 1944: “el pensador está en la obligación de saber orientarse en el caos y descubrir en medio de él, sin dejarse atraer por todos los elementos de dispersión que las grandes épocas comportan, las leyes esenciales cuyo vitalismo en la historia son garantía plena de orientación para comprender la significación real de la cultura de su tiempo y desentrañar su futuro”. Más adelante en un singular artículo, Vidales reflexionará sobre esta idea sin ceder a un condicionamiento ideológico para la poesía: “No te dejes seducir – Oh Ulises firme- por la sirena de la poesía social, en la que solo encontrarás el esqueleto del poema, pero no el poema. Todo en el universo es poesía, sin excepción posible, pero todo es preciso rellenarlo, -debes, es tu obligación- con carne de poesía, de modo que el esqueleto quede denajo y no expueso al sol, como un cadáver abandonado y reseco. En la llamada poesía social falta casi siempre la piel; falta la sangre; falta la respiración. La criatura poética ha huído. Solo queda la prosa de la razón, como una fea osamenta. Toda gran poesía es social, sin que pueda ser lo contrario”. Vidales, Luis. Advertencias a un joven poeta. Espiral, No 17, octubre de 1948, p 3.

En otro artículo del año siguiente, Airó insiste en que: “hay que evitar caer en una nueva secta de iniciados, secta cerrada de intelectuales, que obrarían más de espaldas a la realidad de la calle, que cualquier otra diferencia de clases, precisamente en el tiempo en que las diferencias de clase se están haciendo insostenibles”. Airó, Clemente, Espiral, No 10, 1945, p 5

Sin duda la primera época de Espiral está marcada por Vidales y progresivamente por Airó quien tomara desde el número 26  la dirección de la revista, entre otras razones por el exilio de Vidales en el año 1953 (hasta el año 1964) en Chile en donde fue profesor de Estética.

Esta visión crítica de Osorio Lizarazo, Vidales y Airó se profundiza cada vez más, al hacer el balance del catastrófico año 1948 para Colombia: “un año más transcurrido en esta presente época de nueva postguerra tan cargada de incertidumbre y entrecruzadas corrientes...respecto a la crítica, estamos en la obligación penosa de registrar, una vez más, su ausencia entre nosotros. Desde el homenaje al ditirambo desparece el razonamiento preciso, justo, objetivo y de orientación”. Espiral, No 19, diciembre de 1948, p 12.

Podemos ver ese espíritu del tiempo, de furias y de penas, evocado en este verso de Neruda publicado en el mismo número:

“En una sola hora larga como una vena
y en el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las silabas del miedo y la ternura
interminablemente exterminados”. Neruda, Pablo, Espiral, No 10, 1945

Tiempos de furias y de penas, de anuncios de tempestades europeas y de conflagraciones colombianas que se anunciaban en el aire ya, como cristal del viento, como podemos notarlo en el cuento de Octavio Amortegui, El mal paso, que cohabita en la misma página con el anuncio de la llegada a la rectoria de la Universidad Nacional de Gerardo Molina quien permanecería en su puesto hasta el 9 de abril de 1948. Nótese en el recuadro el epígrafe de Evaristo Carriego, poeta compadrito inmortalizado por Borges


[1] “la tragedia poética es también verdad que libera y en cierto sentido precede y aun cimienta a la filosofía lejos de contradecirla. Hoy que la filosofía se mueve en el intento de comprender de raíz la vida la “existencia humana” nos parece bien claro la no contradicción entre Tragedia y filosofía”. Zambrano, María, El problema de la filosofía española, No 17, octubre de 1948, p 16

Afiches I "Antología de la Revista de artes y letras Espiral (1944-1953)"

Afiche No. 1  Afiche No. 2 Afiche No. 3 Nota: debido a que los archivos de estas piezas comunicativas no son compatibles ...